Quien de todos nosotros alguna vez no necesitó de un poco de inspiración. A veces, esa chispa se enciende en una conversación, abriendo la página de un libro, o aparece como un relámpago en un momento inesperado.
Mi primer acercamiento al remo fue cuando viví y estudié en Boston, un gran lugar para estudiar y remar en el icónico río Charles. Una postal típica de la capital del remo es vislumbrar la figura de un estudiante o una tripulación deslizándose sin esfuerzo sobre las aguas tranquilas del río que separa Boston de Cambridge (en invierno, helado). En ese momento jamás imaginé que alguna vez iba a ser la persona dentro del bote. En otoño, me limitaba a disfrutar el espectáculo de la gran regata Head of the Charles, observando desde el puente Harvard y disfrutando con amigos del cambio de hojas en Nueva Inglaterra.
Confieso que, aunque no soy nada propensa a los deportes, la decisión de comenzar a remar me llegó en un momento fuerte en que tenía que sanar el alma y a remarla. ¡Serendipia total!
Remar por el delta de los ríos y arroyos de río Luján, es como un viaje en el que aprendés a abandonarte a los demás y a seguirlos, confías en el timonel para que te guíe, y también confiás en quienes te acompañan. Experimentás una cultura de equipo que no sé si se da en otros deportes…es bastante mágico.
Los profesores que acompañan desde la escuela de San Fernando cada uno con su impronta y su paciencia: unos dueños de una calma total, y otros, pura pasión, siempre inspiran y te invitan a más…Así fue como el remo me atrapó, y (creo) me regaló muchos aprendizajes que muy cerca de comenzar el nuevo año me animo a compartir:
Remar es estar presente y activar todos los sentidos con la madre naturaleza. Es desconectar para estar a tono con los colores cobrizos que regala el río, los patos que esperan unas miguitas de pan en el Abra Viejo y, un paisaje que incluye remeros y lugareños.
Remar es el arte de la sincronicidad, de la armonía, del movimiento articulado para avanzar juntos en una misma dirección. Es encontrar el justo equilibrio entre fuerza y elegancia, entre calma e intensidad. No se trata de fuerza, sino de dejarse llevar, de sentir y escuchar el “splash” de las palas cuando se clavan en el agua, y el movimiento se traduce un desplazamiento que empuja para adelante y te regala una sensación muy gratificante. A medida que se logra perfeccionar la técnica la sensación es cada vez más placentera.
Remar es seguir con el viento a favor o a contracorriente con el río revuelto. Abandonar: nunca jamás. Es el arte de la persistencia y la dedicación.
Remar es disfrutar con el sol a pleno y al atardecer vislumbrando la figura del río Luján.
Remar es cultura de equipo, colaborar, el tercer tiempo, compartir. Nadie sobra todos somos importantes. Es avanzar al ritmo del otro. Un camino de superación, de hacer lo mejor posible y sostener.
A la vuelta lo más agotador es subir los botes. Y lo más lindo cuando camino hacia el auto y siento que todos los músculos del cuerpo están agotados pero felices.
Drexler propone una voz que es un suspiro: “rema, rema, rema” creo que he visto una luz al otro lado del río. No todo está perdido”.
2023: La gran remada.
2024: Seguir remando con propósito.
3
2
1¡Feliz Año Nuevo!