Parece sencillo, pero no lo es tanto. La comunicación es uno de los aprendizajes más complejos (envuelve la totalidad del ser, aspectos corporales, racionales, emocionales y espirituales), más aún, es uno de los aprendizajes más importantes que tenemos que hacer en nuestra vida.
Estamos inmersos en la comunicación. Vivimos en relación con otros. A veces es inevitable caer en un lugar común, pero no por repetido menos cierto: la calidad de nuestra vida está en estrecha relación con la calidad de nuestra comunicación. Esto es así porque la vida es comunicación y nos guste o no nos guste incide sobre nuestro bienestar. Así lo demuestran los resultados de mis investigaciones. Melendo (2000) lo expresa de este modo: “la comunicación es a las relaciones interpersonales, lo que la respiración para la vida”.
En el posteo Palabras transformadoras sugerí que las palabras tienen el poder de abrir o cerrar posibilidades, solo voy a agregar una analogía que establece una relación entre la comunicación y la pólvora con capacidad de minar una relación, o bien entender a la violencia como una construcción lenta de palabras y gestos.
¿Porque algo que suena tan necesario resulta tan difícil?
Para algunos es una ciencia, para otros es un arte o una práctica, el denominador común es que este viaje empieza con el diálogo con uno mismo, como una introspección que abre la reflexión con uno mismo. Comienza con la voluntad de escuchar (desde el sentir y desde el corazón) y de desactivar el piloto automático para poder estar plenamente presentes en el aquí y ahora. Con la mirada puesta en tratar de captar el mundo desde el interior del otro. Para Jalics:
“Entre los distintos momentos del diálogo ha de haber uno que es escuchar. Después hay otros momentos: expresarse, dar testimonio, intercambiar, ponerse de acuerdo, decidirse juntos, etc. Pero hay un momento, insustituible, elemental, y que constituye los cimientos de todo diálogo profundo: el acoger y el acompañar. Sin este escuchar no se logra el diálogo.”
Todo esto supone, además, renunciar a la pretensión del saber, una invitación abierta a vaciar(se) y vaciar(nos) de las propias certezas, opiniones, creencias, juicios y prejuicios como así también a la ilusión de entender demasiado rápido para dejarlo todo en suspenso, cómo colgado allí, abierto al acontecer. Humildad en estado puro.
En segundo término, es preciso rendirse ante el misterio y soltar, también “la ilusión del control” de creer tener la razón a poder estar abierto a nuevos puntos de vistas. Es decir, se trata de hacer un espacio en nuestro interior para poder recibir al otro, con respeto a la persona, no necesariamente a la aceptación de su idea.
En tercer lugar, es necesario abandonar, “la ilusión del entendimiento perfecto”. El filosofo chileno Rafael Echeverría, recuerda que en toda relación hay cierto sustrato de malentendido. En Actos del Lenguage: La escucha, el padre del coaching destaca. que “‘la plena comprensión e identificación entre dos individuos es imposible” (p.90).
Y, por último, con todo esto animarse a descubrir “nuestra propia voz” y luego, a poder expresarla con honestidad, respeto y humildad. Esa voz de la que estoy hablando, no surge del deseo de querer transformar al otro o de hacerlo entender nada en particular, sino que asoma desde nuestro interior, desde la confianza en nosotros y en los otros.
Aprender a sentir y a comunicar
Las palabras están ahí, pero primero hay que descubrirlas para darles la posibilidad de que puedan salir, y a su vez, lograr que en ese delicado movimiento el otro pueda sentirse aceptado y comprendido.
Así entendida la comunicación es una experiencia humana, un proceso de transformación mutua. A cada uno le cabe entonces el arduo trabajo de ser conscientes de cada acto de comunicación: siendo capaces cada vez más de ser sensibles a lo que otros piensan, dicen y callan, a lo que pasa en nosotros con todo esto, y a estar atentos a las pistas que aporta el contexto.
+ info en:dialogos-que-transforman
Algo no anda bien. La mala comunicación genera cargas de soledad, de angustia y de sufrimientos tremendos. Cuando alguien se niega a poner en palabras lo que siente esto necesariamente se expresará de algún otro modo. Por tanto, es importante, registrar y aplicar todo el potencial para observar.
¿Cómo percibimos la ausencia de comunicación o simplemente que no llegamos? sencillamente, podemos darnos cuenta cuando percibimos que lo que decimos cierra o reduce las posibilidades de seguir comunicándonos en lugar de abrir nuevas posibilidades.
El (difícil) arte de la comunicación
No es lo que pienso o digo. Sino lo que el otro se lleva de todo esto. La comunicación afectiva y efectiva está sustentada en la empatía, la aceptación incondicional del otro, tal y como es, con sus gestos, su forma de hablar y sus actos. Si acepto todos sus sentimientos, limitaciones y posibilidades habrá posibilidad de encuentro, sincero, sin querer modificarlo.
Como en una danza en el que hablar y escuchar se entrelazan armoniosamente, cada acto de comunicación es único y singular. Si bien hay algunos principios que se repiten con el de la sintonía, la imitación y la inversión (que recuerda que en la comunicación siempre hay que dar más de lo que se toma)
Para poder hacer una pausa hasta el próximo encuentro y para mi poder dar cuenta de lo que para mí significa este movimiento maravilloso que es entrar en con-tacto con el otro(s) me gusta hacer alusión a la metáfora del amanecer: la comunicación no es un como un cometa que aparece y desaparece repentinamente, sino más bien, como un amanecer que gradualmente van regalando toda su luz.
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